sábado, 11 de diciembre de 2010

Costa Rica y Nicaragua:
El conflicto, el enojo y la derrota

Tatiana Herrera Ávila
por Los DefraGmentados


Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.
Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto,
en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Aristóteles. Ética a Nicómano.

La sabiduría popular es sumamente valiosa, pues nos enseña a todos, más allá de la educación formal que hayamos recibido, sobre los aspectos morales dominantes en nuestra sociedad. En otras palabras, nos ayuda a comprender cuál debe ser nuestro comportamiento en diversas situaciones.

Sobre el tema del enojo hay muchas posturas, pero hoy quiero privilegiar aquel refrán que dice: “el que se enoja pierde” para tratar el conflicto con Nicaragua. Vamos por partes.

Ciertamente, el gobierno de Ortega no se caracteriza por ser el más diplomático, ni el más justo, ni siquiera con su pueblo, y de esto hay múltiples pruebas, para muestra un botón: Gioconda Belli: “Nicaragua: de revolución a farsa” (El país). También, resulta innegable que dicho gobierno ha optado por agredir a Costa Rica (el nivel y la importancia que se le dé a tal acto varía, pero “no se puede tapar el sol con un dedo”: ingresó a territorio costarricense y esa es la cuestión).

Ante eso, la primera reacción tica era lógica: enojo, mucho enojo y necesidad de defenderse. Sin embargo, y como bien sabían quienes vivieron la hora de nuestra independencia, siempre hay que esperar a que se aclaren los nublados del día, porque no se puede pensar bien con la cabeza caliente.

Se ha suscitado a raíz de esto, una reflexión que tal vez era momento de que Costa Rica hiciera: somos un país sin ejército... ¿Y eso qué significa? Las preguntas son muchas y van en todas direcciones: ¿Es bueno no poseer ejército ante una agresión? ¿Estamos desprotegidos y somos débiles por no tener fuerzas armadas? ¿Creemos en la paz solo mientras nadie nos agrede? ¿Es posible ser pacifista en un mundo donde la guerra es la norma? ¿Queremos seguir siendo una excepción desde donde le demostramos al mundo que hay otros caminos o caemos derrotados por la mayoría belicista? Estos y otros cuestionamientos por el estilo han surgido, sobre todo en los que creemos que, antes de actuar impulsivamente, debemos siempre pensar en las acciones por seguir y en las posibles consecuencias.

De igual forma, las respuestas han sido múltiples, y todas indudablemente con una cuota de razón. Si el asunto fuera sencillo y hubiera solo una respuesta clara, la discusión no sería necesaria.

Para responder, pienso que hace falta mirar a grandes tradiciones que nos han dado la luz moralmente una y otra vez. Así, como iniciaba este pequeño artículo, la sabiduría popular nos dice: “el que se enoja pierde”. ¿Qué significa esto? Que en un conflicto o en un enfrentamiento el que se enoja queda imposibilitado de ganar, porque el enojo impide que tenga claridad para tomar las mejores decisiones. Y es que el enojo generalmente nos lleva a la violencia y esta, como sabemos, nunca nos lleva a buen término. La sabiduría popular también señala: la violencia solo genera más violencia.

Hablemos de un escenario hipotético. Costa Rica decide defenderse por las armas, sea con un ejército “amigo” (que nunca falta ese que quiere ayudar aparentemente sin interés alguno) o con un ejército propio. Rompe así su tradicional postura pacifista, tan admirada internacionalmente. ¿Quién gana y quién pierde?

La pregunta, creo, sobra pues en una guerra pierden todos, especialmente si se mide el asunto desde una perspectiva humana. A veces, ganan los que hacen de la guerra un negocio (con la venta de armas y demás), pero me resisto a creer que en nuestro país haya gente de esa estirpe.

Pero, más aún, además de perder vidas humanas, Costa Rica estaría renunciando (más allá del resultado de la guerra) a una imagen internacional que tiene sesenta y dos años de estarse construyendo. Una imagen que le ha posibilitado no solo altura moral hasta para hacer de mediadora en conflictos internacionales, una imagen que logró sostener aún rodeada de guerra, por ejemplo, en los años ochenta.

Me parece comprensible, aunque doloroso, que la gente, enojada, quiera ir a “volar bala” como he escuchado a muchos expresarse. Nada más natural que querer defenderse, pero ante lo natural, debe aparecer la razón pues la razón nos ayuda a ponderar las consecuencias de nuestros actos.

A mí me gusta vivir en un país sin ejército, saber que toda la plata que otros gastan en su estructura militar, en Costa Rica se utiliza para invertir en educación y salud. A mi me gusta irme a la cama sin temor a que me despierten bombas porque entramos en guerra. A mí me gusta saber que nuestra juventud no se verá desperdiciada en una guerra. A mí me gusta saber que hemos apostado a un camino distinto al de la guerra, y eso nos ha hecho mejores. Y por eso pienso que “el que se enoja pierde”, y que antes de enojarnos y enfrascarnos en la guerra con Nicaragua, pensemos en esa sociedad mejor que hemos sido gracias a la genial idea de no tener ejército, y no olvidemos que “hablando se entiende la gente”.

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viernes, 10 de septiembre de 2010

Costa pobre

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


Costa Rica
País de paz y democracia
Demagogia y libertad

Costa Rica
País de colores y matices
Ecoturismo y Minería a corazón abierto
Orgullosamente racional y culta
Vergonzosamente racista y xenofóbica

Costa Rica
Adoradora de la virgen de los Ángeles expresidentes
y cómplice del Nobel goloso de la paz...
¡De aquél que apaleó al pueblo por el bien del pueblo!

Costa Rica
Idólatra de las promesas de la globalización
Veneradora de las garantías sociales
y lacaya de los gringos

Mi Costa Rica
Mi patria querida
Histérica indecisa
Me pides no ser como los siervos menguados y me castigas por hacerte caso

viernes, 30 de julio de 2010

Literatura, pedagogía y dificultad
(El MEP contra la lectura)

Melvin Campos Ocampo
por Los DefraGmentados


Admito que el enojo y la incredulidad me embargaron cuando supe de los nuevos programas de Literatura del Ministro y su MEP. Pero, como el hígado nunca es buen consejero, opté por dejar pasar mi ímpetu inicial y reflexionar con la cabeza más fría. Ahora, tras haber analizado los programas con detalle (ya reinsertado Mamita Yunai) y seguido los distintos artículos a favor y en contra, creo poder dar una opinión con algún fundamento. A continuación elaboro mis ideas.

Algunos datos. Primero iniciemos con unos números. El listado de lecturas anterior tenía 71 textos para secundaria, considerando que para cada cuento o poema correspondía un solo título. El programa nuevo tiene para primaria 200 títulos y para secundaria 152, y ahora no existen poemas sueltos (excepto para la Generación del 27) sino libros completos de poemas y cuentos. Pero esa cantidad no implica que ahora los jóvenes vayan a leer más pues, aunque el programa del MEP diga que los textos son obligatorios, en realidad son “recomendados”. O sea, cada docente escoge algunos de esos libros y los estudia en sus grupos.

Agreguemos otros números: los programas nuevos tienen un total de 149 libros de autores costarricenses (43,5%) y 194 de extranjeros (56,5%). Entre latinoamericanos, europeos, antiguos y modernos, sólo suman 45 autores más que los ticos. (Valga acotar que hay un libro del Ministro de Educación, don Leonardo Garnier: Mono congo y león panzón.)

Hay, además, varios autores que tienen más de un libro en la lista: 32 tienen dos títulos, 12 tienen tres, 9 tienen cuatro y 7 tienen más de cuatro. Estos textos suman 182, de los cuales 106 son ticos y 76 extranjeros (incluidos Shakespeare, Homero y Cervantes, quien tiene dos títulos pero sólo una parte del Quijote). En otras palabras, el 53% de los libros pertenecen al 26% de los autores.

En cuanto a los ticos, la cosa se pone más interesante: 17 autores (que son el 7,5% del total de autores) tienen 76 libros (el 22,5% de los títulos), 5 autores (2%) tienen 35 libros (10%) y un solo autor tiene el 3% de los libros… Que cada quien extraiga sus conclusiones de estos números, pero recuérdese que todo autor recibe dinero por cada libro vendido.

Programas sin criterio. Tal vez el mayor problema que se puede encontrar en estos nuevos programas es la falta de criterio para seleccionar y exiliar. Pongamos algunos ejemplos: en España, pese a que muchos autores repiten hasta cuatro veces, desaparecieron la Segunda Parte del Quijote, además de Bécquer, Pérez Galdós, Machado, Miguel Hernández y León Felipe, entre otros; en Costa Rica, pese al porcentaje altísimo de ticos, ya no están Magón ni Gagini; y el peor caso es la literatura latinoamericana donde García Márquez tiene seis libros, pero sacaron a Martí, Darío, Vallejo, Carpentier y Paz. Digo que tales eliminaciones no tienen criterio, pues es imposible justificarlas dado que tantos autores tienen varios textos.

Por supuesto, hay que agregar que todos estos exilios son inauditos considerando la importancia histórica de esos escritores: resulta imposible imaginar un programa de Literatura en América Latina que no los incluya. ¿Cómo decir que se lee al Olimpo sin leer al padre del costumbrismo en Costa Rica? ¿Cómo insinuar que somos latinoamericanos si no sabemos del Apóstol o del Poeta de América? ¿Con qué cara se puede afirmar que estamos dando una educación de calidad, si no leemos el texto más importante en nuestra lengua? ¿Qué opinaríamos de un alemán que no haya leído a Goethe o de un italiano a Dante? Increíblemente, Cervantes tiene sólo un pedazo de su obra cumbre y Shakespeare tiene cinco textos. ¿Enajenación…?

Hay que apuntar, además, que el documento oficial (que se supone producto de una exhaustiva revisión) está plagado de errores. Por ejemplo, escriben Ángeles “Mastreta”, en vez de Mastretta; en lugar de Luis María Pescetti ponen a Luis “Marín” (¿influencia futbolera?); aparece “Boudelaire” en vez de Baudelaire; el autor de las Concherías es Aquiles Echeverría y no don Aquileo; y, broche de oro, el Entremés del viejo celoso lo escribió un tal “Miguel Cervantes”…

Literatura y realidad. Una de las razones más enarboladas para justificar los injustificables exilios es su distancia con la realidad de la juventud costarricense. También con base en ese criterio, se incluye tan desmesurada cantidad de literatura tica. La premisa es: para hacer que la juventud lea, hay que darles textos cercanos a su realidad e intereses.

Primero: El argumento no se cumple, pues ninguno de los textos escogidos habla de PS3, de Lady Gaga, de Grand Theft Auto, de Facebook, Hi-5, Mafia Wars, Farmville, Iron Man, el Mundial, Harry Potter o Twilight. Y esos son los intereses de los jóvenes. Ninguno de los textos escogidos, ni ticos ni extranjeros, habla de ellos; ergo: si ése es el prurito, la selección sigue estando mal. Nos engañamos tremendamente, al creer que a un estudiante de secundaria le interesa más saber de la pobreza en el San José del siglo XXI que en el París del siglo XIX. Sólo le interesa lo inmediato y la función del docente es despertarle otros intereses.

Segundo: Si la idea es darles a los jóvenes literatura cercana a su realidad, ¿para qué seguir metiendo a Homero, Shakespeare, Virgilio, Baudelaire, Calderón, Cervantes…? Sáquenlos a todos, pues todos hablan de un pasado muy remoto para los muchachos. ¡A leer Twilight, Harry Potter y Paulo Coelho! Peor aún: no existen los vampiros ni los brujos preadolescentes ni las fórmulas alquímicas para la felicidad, por lo cual ninguno de ellos habla de la realidad de la juventud tica. Para el caso, tampoco esos textos costarricenses hablan de una realidad cercana a los muchachos, sino de otras más alejadas en el tiempo. Si quisiéramos complacer a don Juan Hernández (LN, 21/07/2010), los jóvenes sólo deberían leer guías sexuales o, a lo sumo, el periódico…

Tercero: La cuestión de cuál texto se relaciona más con la realidad es francamente absurda. La literatura es ficción y, como tal, nunca está relacionada con la realidad. Ello no implica que no se las pueda relacionar, pero ése acto depende siempre del lector, sea docente o estudiante. Así, un estudiante conservador puede desvincular totalmente a Mamita Yunai de la realidad actual costarricense; de la misma manera que una profesora crítica puede relacionar el Quijote con Crucitas. Inclusive, pongamos los puntos sobre las íes: el lenguaje no refleja la realidad, la re-presenta y, en el proceso, se distancia siempre de ella. No existen textos “más cercanos” o “distantes” de la realidad: todos están distantes. Reitero: es el lector quien, al interpretar, relaciona el texto con su realidad, con otras realidades o con otros textos. Así, parafraseando de don Jorge Andrés Camacho (LN, 18/07/2010), no depende del texto, no es “culpa” del texto, sino de los lectores, docentes y estudiantes.

El valor del canon. Se ha hablado también sobre los textos de secundaria como aquellos que “se incluyen en el canon”. Antes de continuar, establezcamos un detalle: el canon literario no se define por los textos que se enseñan en secundaria. De modo que, no porque a algunos delegados se les haya ocurrido excluir al Quijote, éste salió del canon; o porque hayan decidido incluir cuatro libros de Melvin Méndez, éste pasará a la historia como el mejor dramaturgo costarricense. El canon se establece con el paso de mucho tiempo y la supervivencia de un texto no se mide por un programa de lecturas que vence en tres años.

Los clásicos no pasan de moda. Son clásicos porque le han hablado a la Humanidad en diferentes contextos. Homero le ha hablado a los seres humanos en Grecia, en el Barroco y en el siglo XX; Cervantes dialogó con sus contemporáneos, con los ilustrados y con los románticos. Los distintos contextos no tienen que ver con la capacidad de un texto para apelar al ser humano, sólo determinan la forma o los rasgos por los que apelan. Eso es lo que los hace clásicos y por eso se necesita mucho tiempo para determinar si le hablan a la gente en diferentes contextos, para saber si son clásicos.

El Quijote es un clásico. Y, por ello, es tan fundamental a toda educación en español, a toda enseñanza de la Literatura, como lo es la noción de energía para la Física, el derecho romano para las Leyes o el cero para las Matemáticas. ¿Cómo imaginar un estudio de la Biología sin Darwin? ¿Qué pensaríamos de la educación si el Ministerio decidiera eliminar los números negativos de su programa de Matemáticas? Simple: que están dando una educación a medias, mutilada, en una palabra: mediocre.

El engaño de las opciones. Otro detalle importante es el carácter “optativo” de las lecturas del MEP. Alfonso Chase (La Prensa Libre, 11/07/2010), Rodrigo Villalobos (LN, 27/06/2010) y Juan Hernández (LN, 21/07/2010) se han manifestado a favor de esta modalidad. Los demás autores no han mencionado el tema. En mi opinión, esta medida es una alcahuetería trágicamente ingenua.

Aunque el programa del MEP diga que estas lecturas son “obligatorias”, son más bien “recomendadas”. O sea, cada docente escoge algunos de esos libros y los estudia con sus muchachos. Pero “algunos” pueden ser únicamente dos, o sólo uno, o ninguno… ¿Cómo se controla si un docente decide no estudiar con los jóvenes ni un solo libro? La respuesta es simple: no se puede. El problema radica en que, si todos los textos son “opcionales”, queda abierta la opción de no leer.

Peor aún: ¿cómo se evalúan en Bachillerato esas lecturas, siendo que ninguna es obligatoria? ¿Cuáles lecturas podrían entrar en el examen para ser evaluadas en un nivel nacional, si todas son “opcionales”? ¿Cuáles textos leerán aquellos profesores que sólo se preocupan por enseñar lo que entra en el Bachillerato? ¿Vamos a confiar en la buena voluntad de los docentes? Hay algunos que sí la tendrán, pero muchos opinarán igual que Hernández y preferirán leer guías sexuales porque “es más útil”. En otras palabras, esta medida es la extirpación casi absoluta de la Literatura en secundaria.

El objetivo de la educación. Seamos honestos: el problema de la Literatura en secundaria excede un listado y, más bien, tiene que ver con el concepto y el objetivo que se tienen en el MEP de la enseñanza.

Si creemos que la educación sólo debe ir en función de un trabajo futuro para los muchachos, pues no tiene sentido que estudien más que lo necesario para eso. Si ése fuera el ideal, entonces deberíamos olvidarnos de enseñar Literatura, Física, Matemáticas, Estudios Sociales, Música y todas las materias. Solamente deberíamos enseñarles a leer, escribir, sumar, restar, un inglés aceptable y a usar un teléfono, pues eso es lo único “útil” y "necesario" para conseguir trabajo en la Costa Rica de hoy.

Pero si nuestro ideal de educación es formar mejores seres humanos, entonces debemos ampliar los horizontes. En este caso, es importante que los estudiantes manejen una serie de conocimientos fundamentales a todos los campos del saber humano: un poco de Química, de Literatura, etc. Y, para eso, es necesario que haya lecturas obligatorias: es la única forma en que la mayoría conocerá esos textos que son hitos en la Cultura, por difíciles que sean.

En resumidas cuentas, toca al MEP decidir claramente el tipo de educación que desea: si se trata de conseguir trabajos, dejémonos de hipocresías y enseñemos lo básico. Si queremos mejores seres humanos, debemos aceptar la necesidad de que ciertos conocimientos sean obligatorios. No se les puede servir a dos amos.

La metodología en la educación. Julio Rodríguez (En vela, 02/07/2010) lanzó el tema de las formas de educación en la palestra, Marjorie Ávila lo continuó (LN, 11/07/2010) y, en alguna medida, Estrella Cartín lo ha retomado (LN, 27/07/2010). Personalmente, creo que es un tema de capital importancia en esta coyuntura.

Entiendo la frustración que sienten muchos docentes ante la renuencia de los jóvenes a aprender. La sufro todos los semestres al dar Humanidades. Lógicamente, esta preocupación lleva a plantearse nuevos caminos, los cuales están abiertos siempre al acierto o al error. Es ahí donde aparecen nuevas técnicas pedagógicas que apelan a la construcción colectiva del saber, al respeto mutuo, a las nociones de inclusión e inteligencias múltiples. Algunas me parecen atinadas, otras sencillamente perniciosas.

Comparto la idea de que el saber se construye colectivamente en el aula. Pero es innegable que el docente posee un saber que los estudiantes no tienen y el objetivo de la educación es que los jóvenes aprendan dicho saber. Partiendo de esa premisa, es necesario que los jóvenes aprendan ciertos temas de manera obligatoria: no hay “opciones” en Física, Estudios Sociales o Inglés. En ese sentido, la enseñanza de los clásicos en Literatura no es un asunto de “si quieren” o “si les gusta”, de la misma manera en que deben aprender álgebra y las valencias de los elementos.

Por más democráticos y participativos que busquemos ser, no podemos dejar los contenidos al gusto de los estudiantes. Para hacerlo, tendríamos que hacer una encuesta juvenil para saber lo que desean aprender. Y, peor aún, lo que descubriríamos es que la mayoría de los estudiantes no está pensando en aprender, pues lo único que quieren es entretenerse, descansar, socializar. Es lógico, es hermoso, es parte ser joven: esa libertad casi irrestricta, esa dulce despreocupación momentánea. Así, si lo dejáramos todo a su voluntad, ninguno aprendería logaritmos porque “son muy difíciles” o porque “¿de qué me sirve?”.

Derechos y deberes. Es necesario enseñarles a los jóvenes, además, que la sociedad no funciona de acuerdo con “lo que queremos hacer”, sino a partir de “lo que debemos hacer”: integrarse a una sociedad implica postergar el deseo personal en aras del respeto a los demás. Yo puedo “querer” un iPod, pero no se lo voy a quitar al primer fulano que pase junto a mí. Es mi “deber” respetar eso. Y creo que el problema de nuestros jóvenes es que no saben cuáles son sus deberes: nos hemos dedicado a enseñarles sólo sus derechos y ellos ya no saben de eso que se llama “deber”.

¿Por qué un estudiante balea a una directora? Porque está inundado de derechos, pero no sabe de sus deberes. Cree que la señora le irrespetó los derechos de vestir como le diera la gana, cree que tiene derecho a castigar a la señora, cree que tiene derecho a coger el arma de su papá y cree que tiene derecho de andarla por el mundo como si fuera un juguete. Y no comprende por qué lo arrestan, si él tiene sus derechos.

El joven no sabe de responsabilidades, porque la responsabilidad sólo se puede definir en relación con los deberes. Pero a él nadie le ha enseñado sus deberes. Sólo ha escuchado del MEP, del PANI, de la UNICEF sobre los derechos de la niñez y la adolescencia, sus derechos al ambiente, al tránsito, al berreo y a portar armas… Son tantos derechos, que el joven se siente intocable. Ahí está la contradicción de nuestro sistema educativo: nos preocupamos sólo de los derechos juveniles y después nos preguntamos por qué ellos hacen lo que les da la gana en los colegios.

Recuerdo a los padres de Ned Flanders, en Los Simpson, implorando al psicólogo para que los ayudara a controlar al diablillo que era el pequeño Ned: “¡Ayúdenos, doctor! ¡No hacemos nada y se nos agotan las opciones!” Algo semejante pasa en Costa Rica: queremos que los jóvenes actúen de cierta manera, pero los educamos para que actúen de otra.

A un muchacho sólo se le puede enseñar deberes, imponiéndole deberes. Estamos de acuerdo en que esa “imposición” no debe ser agresiva ni injustificada porque devendría en fascismo. No se debe confundir el deber con tiranía. La tiranía es inaceptable en los gobiernos como en las aulas (y menos disfrazada de democracia). Al muchacho se le debe explicar todo: ¿Por qué debemos respetar a los demás? ¿Por qué debemos comer a ciertas horas? ¿Por qué debemos hacer ejercicios? ¿Por qué debemos estudiar Biología, aunque queramos ser mecánicos? ¿Por qué debemos leer al Quijote si queremos ser médico? Porque hay conocimientos que debemos tener como seres humanos, porque hay deberes que es necesario cumplir, porque en la vida aprendemos muchas cosas que pueden no parecer útiles a primera vista pero al final nos cambian, nos forman, nos forjan.

Aprender no es fácil. El argumento de la dificultad de las lecturas es particularmente extraño pues, mientras se excluye al Quijote, se incluye textos complicadísimos como Las flores del mal, Alicia a través del espejo, Hojas de hierba o varios poemas de la Generación del 27. Por supuesto, estas lecturas siempre pueden ser trivializadas —como ha hecho sistemáticamente Disney con Alicia—, pero es innegable que exigen una buena cuota de reflexión. De nuevo, la dificultad de la lectura es otro argumento contradictorio para sacar al Quijote.

Si lo que queremos es facilitarles a los muchachos su paso por el colegio, ¿por qué no sacamos Física entera “porque es tan difícil”? ¿Y si eliminamos el álgebra completa, mejor? Es que a los muchachos les cuesta tanto… Si nos preocupamos sólo por enseñar cosas fáciles, ¿cuándo empezarán los muchachos a estudiar cosas difíciles? Además, ¿quién define la facilidad o dificultad de una materia? Conozco mucha gente para la que resultó fácil estudiar el Quijote, pero espantosamente duro aprender Química, y también otros que sufrieron a la inversa. ¿Cuál criterio debemos tomar? Son muy pocos a los que se les facilita el estudio de las Matemáticas, ¿deberíamos entonces sacarlas? Jamás.

¿Que el Quijote es muy difícil para los muchachos de secundaria? Pues, qué lástima. Nadie dijo que aprender era fácil. ¿Quién les dijo que eran fáciles las Matemáticas o la Física o la Historia? Ser un facilitador de la educación implica ayudar, apoyar a los estudiantes ante ciertos saberes difíciles, no escoger sólo las partes fáciles para que ellos aprendan sólo eso. Eso no es facilitar la educación, eso es falsearla, es mentirnos a nosotros mismos como educadores.

Si el Quijote les resulta difícil a los estudiantes, el deber del facilitador de la educación es ayudarlos para que puedan leerlo, no quitarles los obstáculos. Pues, ¿qué pasa si les exigimos cada vez menos a los estudiantes, si les quitamos las dificultades? Pues que cada vez serán menos capaces, pues nunca habrán enfrentado obstáculos. El ser humano crece cuando empuja sus limitaciones, sus dificultades.

El peligro de las estadísticas. Don Leonardo Garnier ha alabado reiteradamente varios sistemas educativos europeos, con el argumento de que allá casi todos los estudiantes pasan. Ése es su ideal y, para lograrlo, busca allanarles el camino a los estudiantes ticos, eliminando todo obstáculo, todo lo que les resulte difícil, como el Quijote.

Como decía antes, eso es engañarse: no porque pase todo el mundo, quiere decir que hay un gran sistema educativo. Si así fuera, para arreglar el nuestro bastaría con regalarles las notas a todos los estudiantes. Así, tendríamos una promoción absoluta y dejaríamos a los europeos como una caterva de burros. Y entrarían los muchachos en marejada a las universidades. Pero, al menos en las públicas, chocarían de frente con la realidad de que los engañaron en secundaria y no aprendieron nada. Nada ganamos con una promoción de 100% si los graduandos son incapaces de resolver una ecuación de segundo grado, de discernir qué significa C6H12O6 o de saber qué es la Ínsula Barataria.

Es el mismo engaño que sufren los estudiantes al creer que, por estar en posesión de un trozo de cartón que dice “Bachiller”, “Licenciado” o “MBA”, han aprendido algo. Y, así, padres e hijos están dispuestos a pagar para obtener esos títulos, porque lo importante para ellos es solamente esa certificación y no el proceso que debe haber detrás. Es un razonamiento ingenuo el creer que mayor promoción y más cartones implican mejor educación.

El éxito de un sistema se puede establecer si todos los que aprueban, son capaces de manejar una cierta cantidad de conocimientos. Y por “manejar” no se debe entender “repetir como loros”, sino reflexionar, analizar, establecer relaciones entre los saberes. Es preferible que aprueben cien estudiantes nada más, pero que manejan el conocimiento requerido, a pasar a 80.000 que no saben para qué usó Oppenheimer la ecuación de Einstein. Pero esto sólo se puede saber con profundos análisis cualitativos de la educación y no con simples estadísticas.

Enseñar la literatura. Chase, Villalobos y Camacho han coincidido en que uno de los problemas fundamentales de la Literatura en el colegio es la forma en que se enseña. Los dos primeros creen que dando “opciones” eso se empieza a arreglar. Pero el problema va más allá.

Antes que nada, acotemos que la extracción de textos por ser "muy difíciles" o "porque de todas formas no los leen" es ridícula. Eso porque, entonces, deberíamos sacar toda la literatura porque, de todas maneras, los muchachos no leen nada, sólo buscan resúmenes, los bajan del Rincón del vago o ven las películas, como harán con Charlie y la fábrica de chocolate, Bambi, Pinocho o Corazón de tinta. Así no se fomenta la lectura.

En un curso de Literatura Española, me decía una estudiante de Enseñanza: "Profe, ¿para qué nos enseña todas esas complejidades del Quijote y del Romanticismo y de Unamuno, si al dar las clases tenemos que limitarnos a los programas del MEP?" Yo le respondí varias cosas: primero, es su deber saber más que los estudiantes porque sólo así podrá ayudar a que ellos lo aprendan mejor; segundo, no podemos quedarnos sólo con “lo que me sirve para el trabajo”, porque es una noción errada de la educación y entonces sólo estudiaríamos los textos que deben enseñar, aunque varíen cada cierto tiempo; tercero, los programas del MEP están diseñados para que la gente salga odiando la literatura y ustedes deben combatir eso y, para lograrlo, necesitan saber lo importante y rica que es la literatura.

En efecto —y acá coincido con Villalobos—, la metodología de la enseñanza de la literatura en secundaria es desastrosa. Él era benévolo citando los “análisis” que se hacen normalmente en el colegio: autor, año, género, en cuántas partes se divide el texto, personajes principales y secundarios y más o menos de qué va la cosa. Camacho fue más duro al recordar que a uno de sus hijos le preguntaron: “¿cuántas cervezas tomó tal personaje? “. Yo lo sufrí también: un profesor preguntó “en X pasaje del Cid, ¿cuántos hombres mueren?”. La respuesta se obtenía multiplicando por dos los golpes del Campeador.

Mi estudiante tenía razón: hay una distancia abismal entre lo que aprenden los docentes en las Universidades y lo que deben enseñar en el MEP. En la UCR (al menos en mi época estudiantil) aprendimos a reflexionar sobre un texto, a trabajar con la palabra, a relacionarlo con problemas filosóficos claves y a comprender por qué un contexto determinado produce un texto específico. Pero en secundaria deben enseñar datos “duros” pues eso es lo que les preguntarán en Bachillerato, para poder llenar bolitas y acelerar la calificada, porque hacer exámenes de desarrollo es “poco pedagógico”.

El problema es que la única forma de enseñar la literatura con algún cuidado, es pedir a los estudiantes que piensen sobre ella, que reflexionen, que analicen, que rebatan. Y la única forma de evaluar eso es mediante el desarrollo. Pero el MEP impide que haya exámenes sólo de desarrollo y obliga a enseñar, entonces, autores, personajes y “temas principales”. Así nunca mejorarán ni el gusto por ni la comprensión de la literatura.

Leer obliga a pensar. Hay algo que sigue acicateando en esta discusión: ¿Por qué los argumentos de dificultad o de separación de la realidad se le aplican sólo a la Literatura? ¿Por qué nadie se queja de estudiar la Revolución Francesa o la Campaña del 56 si son temas ajenos a la realidad tica actual? ¿Por qué no hay intentos de sacar la Física o las Matemáticas siendo ellas tan difíciles para la mayoría de estudiantes? Creo que el motivo está en la “noción” de literatura que subyace a la enseñanza del MEP y del país en general.

Decía don Juan Hernández que “la función de la literatura es la de divertir; después enseñar y, luego, la de dejar una moral”. Creo que esa es la opinión más generalizada sobre la literatura y que es la imperante en el MEP. La literatura es un entretenimiento, un divertimento. Y esa posición me parece verdaderamente lastimosa, pues nunca han entendido la literatura. Me pregunto qué habrá pensado don Juan o don Leonardo al leer Los miserables; ¿se habrá divertido? ¿Le resultarán divertidos la Ilíada, La divina comedia o Los hermanos Karamazov? No, don Juan: la literatura no debe divertir ni entretener ni enseñar ni dejar morales ni moralejas. La literatura no tiene función de nada, ni el deber de nada. El arte no tiene deberes salvo, acaso, el de desobedecer, incomodar, inquietar.

Ello no implica, sin embargo, que la literatura no “haga” nada. Siempre enseña, aunque lo que enseña no sea mesurable ni calificable. Casi nunca divierte y, más bien, la buena literatura entristece. Las más de las veces deja “inmorales” en lugar de “morales”. Nos lleva a ponernos en lugares distintos, casi nunca agradables. Nos obliga a ver cómo piensan y sienten otras personas con las que no siempre nos llevaremos bien. Nos muestra lo púdico y lo obsceno, lo lindo y lo oculto, lo cómico y lo trágico, lo sórdido y lo pastoril, lo loable y lo vergonzoso, lo aterrador y lo tierno… y en el proceso de enfrentarnos con tantas contradicciones, pensamos.

En efecto, con Ray Bradbury, creo que si hay algo que la literatura “hace” es obligarnos a pensar y, con Eduardo Galeano, creo que nos empuja a ubicarnos en el lugar del otro, del semejante. Cada punto tiene implicaciones de corte político y, tal vez, sean las razones ideológicas para disminuir el papel de la Literatura en secundaria.

Primero, para nadie es un secreto que la metodología educativa del MEP sólo enseña a repetir datos para un examen de marcar con X o pareo: es una educación que evita pensar. De modo que, las acciones del MEP dirigidas a debilitar la literatura, formarán estudiantes que no piensan. Pero, ¿para qué hacer eso? Posterguemos la respuesta.

Por otro lado, decía, leer implica colocarnos en el lugar del otro. Y al hacer esto, lo comprendemos, lo vemos como ser humano, entendemos su sufrimiento y nos solidarizamos con él. Así, la literatura nos acerca a los demás, nos vincula con el prójimo. Disminuir el papel de la literatura, forma estudiantes menos solidarios, más individualistas. Pero, ¿no se suponía que la tal “educación en valores” buscaba la solidaridad? ¿Para qué hacer estudiantes egoístas? Anudemos, ahora, ambas respuestas.

Pensar implica establecer relaciones, vincular, contrastar y, por encima de todo, ver la realidad con ojos críticos. En otras palabras, pensar implica dudar, nunca aceptar nada como si fuera dogma, preguntar, cuestionar, poner en crisis los consabidos. Evidentemente, desde este punto de vista, pensar implica inconformidad, crítica, disidencia. Quien no cuestiona, cree que vive en el mejor país del mundo y que todo está muy bien. De igual manera, al aprender a ser solidarios, veremos las injusticias en el mundo, en nuestra patria y en nuestra casa. Y comprendemos que las cosas estarán mal mientras sigan esas desigualdades. Eso también implica inconformidad, crítica, disidencia.

Al ser egoístas nos preocupamos sólo por nosotros mismos, nos vale un rábano que el vecino sufra: lo importante soy yo y los míos, y velo sólo por mi familia, cuando mucho. Este sujeto individualista, preocupado sólo por su propio bienestar, entiende la vida como una competencia, como una carrera donde se es exitoso o se es un perdedor. Y para alcanzar el éxito, como en cualquier competencia, hay que velar sólo por uno mismo. ¿Qué todos los demás perdieron? Ahí veré si los ayudo con alguna limosnita desde mi posición de triunfador.

Me disculpan, ahora, el guiño izquierdoso: el individualista es el sujeto ideal para el capitalismo, pues él fortalece la competencia. No hay lugar para la solidaridad en el capitalismo, pues ella se trae abajo la competencia. Y por eso es necesario obligar a la gente a no pensar: así no imaginarán que puede haber un mundo mejor. Por eso es necesario hacer personas egoístas: sólo así se sostiene el capitalismo.

Aclaremos algo: no se trata de un plan “diabólico” de los “satánicos” grupos en el poder. Así no funciona la ideología. La ideología actúa sin que la persona se dé cuenta: la vemos al reírnos de los chistes racistas, al emitir opiniones sin pensarlas, al asumir ciertos valores como inamovibles, en lo que nos ofende, en lo que consideramos de “buen gusto”, en las cosas que decimos, pensamos o hacemos sin saber por qué.

Así, no es que don Leonardo tome estas decisiones por algún deseo macabro sino, sencillamente, porque es lo que cree mejor y no se pregunta las implicaciones: lo hace sin pensar. Es como la gente que desconfía automáticamente de las ideas de alguien sólo porque es de izquierda (o de derecha): ahí está la ideología funcionando: no se razona, no se piensa, no se discute: se desecha a priori.

Esto es, en mi opinión, lo que sucede con la literatura en secundaria. Y, por eso, la educación en Costa Rica no va a mejorar: muy por el contrario se irá deteriorando cada vez más; todo para seguir sacando una mayor cantidad de graduados de Secundaria (ahorita van a quitar el Bachillerato de nuevo) sin importar la calidad, para seguir alimentando el negoción de las “universidades” privadas, para seguir haciendo personas acríticas, irreflexivas, desvinculadas con el saber humano.

Lo que me parece curioso es que formen a los muchachos en el individualismo más atroz y después se quejen de que sólo piensan en sí mismos: les enseñan que el mundo es una competencia salvaje y luego les recriminan su falta de solidaridad; reniegan de la memoria en la enseñanza y luego se preguntan por qué los jóvenes no tienen memoria histórica; los convencen de que sólo tienen derechos y después se preguntan por qué disparan contra el primero que les pone un deber. Recuerdo a Sor Juana: “¿Qué humor puede ser más raro / que el que, falto de consejo, / él mismo empaña el espejo / y siente que no esté claro?” Pero ningún estudiante de Secundaria sabe quién fue la décima Musa…

Epílogo. La reflexión completa de Bradbury, en Fahrenheit 451, dice que leer obliga a pensar y que pensar impide ser feliz. La idea es que si uno se informa, entonces reflexiona, piensa y ve lo que está mal en el mundo y, al ver esto, no se puede estar tranquilo. Si le concedemos a Bradbury esa premisa, habrá que deducir que, como Costa Rica es el país más feliz del mundo, es el que menos lee y, por eso, el que menos piensa. Ése es el quid del asunto: ¿queremos un país feliz? No hace falta arreglar los problemas. Sencillamente basta con hacer que la gente no piense y, así, nadie se dará cuenta de que las cosas están mal y a nadie se le ocurrirá que pueden mejorar…

Personalmente, creo que está mal que una persona cualquiera no haya leído el Quijote; considero terrible que un hispanohablante no lo conozca y me parece sencillamente inaudito que un bachiller de secundaria no lo haya leído. Y si el MEP sigue empecinado en hacer a nuestros jóvenes cada vez más ignorantes, en mis clases universitarias yo acometeré solo contra ese Molino de Educación Pública y leeré con mis estudiantes al nuevamente apaleado Caballero de la Mancha.

Revolucionarios magnánimos

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


Cuánto envidio a los discípulos de Marx, a los comunistas, socialistas y demás descendientes.
¡Qué valor!
¡Qué virtud!
Han renunciado a la propiedad privada, a cualquier tipo de bien propio: casa, automóvil y…
La conciencia social les prohibió seguir reproduciendo el círculo de opresión
Ya no trabajan para nadie
No dependen de salario alguno
Ni como obreros de fábricas
Ni como profesores universitarios
La sabiduría les hizo ver que es muy cómodo criticar al sistema cuando este les alimenta desde adentro
Por eso renunciaron a sus cátedras académicas y a sus puestos laborales en el gobierno
Y por sus cabezas no pasó más la idea de trabajar para empresas privadas
Ahora son sus propios jefes
Siempre consecuentes con sus principios
Siembran su propio tabaco y hacen su propia chicha
Ellos no le siguen el juego a las grandes tabacaleras y licoreras transnacionales
No caen en el estereotipo publicitario de Marlboro e Imperial
Lo han desmitificado todo
No creen en La Nazión
Ya no la compran
Ni la leen a escondidas
Saben que la información es sesgada y manipulada
Incluso, renunciaron con mucho esfuerzo y sacrificio consciente y tenaz a los modelos de belleza interiorizados, que ni siquiera, observan los concursos de belleza y menos aún las películas pornográficas de las grandes industrias.
Y, son capaces de incendiar un Levi’s nuevo si alguien osa humillarlos con ese regalo, símbolo de la explotación.
Y castigarían severamente a sus hijos si se dan cuenta que comieron en Burger King o cualquiera de las cadenas transgénicas.
Cuánto admiro a estos humanistas que no consumen ni producen nada para perpetuar el sistema capitalista imperial.
¡Qué valor!
¡Qué virtud!

Profundos

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


Como soldados imbéciles repetimos que la vida consiste en nacer, reproducirnos y morir
Y nos sentimos profundos al descubrir que para vivir es necesario nacer
Y nos sentimos profundos al descubrir que para morir es necesario vivir

Nuestro orgullo se hincha de profundidad al descubrir nuestra finitud

Y creemos haber descubierto lo esencial de la supervivencia humana: la reproducción
Pero basta echar una ojeada por la ventana para corroborar que hay quienes no solo no se reproducen sino que detestan la sola idea de la perpetuación de sus genes
Y, sean cuales sean sus móviles y motivos, poco importa
Mas lo sustancial se oculta por el poder de su evidencia monstruosa
Nacemos… sí
Morimos… por dicha
Pero estamos gracias a nosotros mismos

domingo, 6 de junio de 2010

Expiación

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


Al infierno iré seguramente por la debilidad de mi espíritu
Soy culpable
El “libre albedrío” reafirmó mi destino

Reconozco que no puedo amar a todo el mundo
Mucho menos a mis enemigos

Mi madre me enseñó que matar es malo
Pero sé de quienes merecen ser muertos

Jamás dejaría entrar a cualquiera a mi casa
dándole mi alimento y lavándole los pies
Y menos si me prole puede peligrar ante el desconocido

Quisiera ser como ustedes cristianos que entran al culto o a la iglesia
Que se confiesan y comen la hostia,
pero soy tan cínicamente mezquino que
no daría nada para el diezmo

Sé que ustedes no dan nunca lo que les sobra,
porque ya se desprendieron de todo para dárselo a los más pobres y desamparados

Yo no doy lo que me sobra, ni mucho menos lo que me falta

¿Cómo puedo amar a los hijos de otros igual que a los míos?

Dichosos ustedes los bienaventurados, los buenos de espíritu, que lograron desprenderse de sus trajes y joyas para dárselos a los mendigos
Que, por amor, hasta lo dejaron todo, vuestras ropas, casas y alimento.
Incluso, hasta sacrificaron a vuestros hermanos, padres e hijos,
porque ahora no aman a nadie más que a otros,
porque ahora vuestros hermanos, padres e hijos están en todas partes
hasta en aquellos que les golpean la otra mejilla, les violan y ultrajan
pero que ustedes, siguen queriendo con amor

¿Cómo puedo hacer para no ser como ustedes cristianos
que han prostituido el amor?

sábado, 29 de mayo de 2010

La promesa celestial

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


Fragmento del libro:
Divagaciones Metafísicas: ...y el hombre creó a Dios.
Calle de la Amargura Editora, 2009.

Uno de los términos o conceptos más escabrosos que se acercan a lo inefable, es el que más de medio mundo conoce por “Cristianismo”.

¿Qué es el Cristianismo? ¿Qué y quiénes son los cristianos? ¿Cómo se come eso?... ¡Ja!, ni los “cristianos” se ponen de acuerdo.

El “cristianismo” nace como un movimiento posterior a Cristo (cuya figura fue tan grande, que hoy la historia occidental se divide en Antes y Después de Cristo). Desgraciadamente --o venturosamente-- Cristo no escribió. Si lo hubiera hecho quizás podríamos haberlo comprendido mejor.

El “Cristianismo”, generalmente plasmado en el “Libro Sagrado” de los “Cristianos”, tiene diversidad de implicaciones sociales --en el amplio sentido de la palabra-- debido a sus postulados existenciales.

No recitaré párrafos enteros de LA BIBLIA, como lo hacen los decadentes “hijos de Lutero”; pero muchas veces el “Cristianismo”, gracias a la diversidad de sus postulados, lleva al individuo a la resignación de su presente condición humana: “Porque Dios así lo quiere”, “que se haga la voluntad de Dios”. Son frases que en ocasiones resultan útiles para justificar una determinada situación. Ya sea una situación ventajosa o desventajosa: “El rico es rico porque Dios así lo quiere, y si el pobre es pobre, es porque es la voluntad del Altísimo”. La clase poderosa, gobernante, etc., utiliza muchas veces en estos casos, ciertos postulados para justificar su situación de poder, dominación, riqueza y opresión.

El tipo de resignación existencial del que aquí se habla, se sostiene sobre el supuesto principio -- aquí todos son supuestos-- que proclama que “el cielo” será la morada o el mundo de los humildes, de los pobres, etc.

Los pobres, los humillados y los humildes oprimidos, creyentes todos de esas vagas promesas, se resignan pacientemente a su situación, porque en el mundo del más allá, serán recompensados por Dios, porque los ricos, los orgullosos o los opresores (en fin los “malos”) serán castigados por Dios. Los de malas costumbres, los pobres de espíritu, y los no creyentes serán llevados al purgatorio o al infierno. Los marginados encontrarán su vida eterna en el paraíso y por ello esperan con paciencia. Se dejan oprimir por Dios porque más tarde Él los recompensará. Sufrirán aquí con tal de ganarse “el cielo”. ¡Si supieran que todo es una vil farsa! Estos marginados resignados, inyectados por ese determinismo teológico, son negadores del mundo, consciente o “inconscientemente”. Desean en el fondo desembarazarse de esta vida lo más rápidamente posible; no se suicidan porque eso no sería voluntad de Dios. Darse la libertad de suicidarse sería pecado, y los pecadores van al infierno.

Con esto caeríamos nuevamente en el problema del libre albedrío y en la infantil interrogante: ¿cuál es la voluntad de Dios?

*

Marx repitió muy bien cuando dijo que “la religión es el opio del pueblo”. En este caso la religión adormece la conciencia de rebelión de los marginados oprimidos. No se rebelan porque el determinismo teológico los induce a la resignación. (Puede que algunos no se rebelen por cobardía u otras razones y ponen como pretexto su fingida creencia en ciertos principios bíblicos, los cuales se presentan como directrices vivenciales.) Como se ve claramente, estos negadores del mundo les hacen la vida más fácil a quienes no creen en tales fábulas, quienes se valdrán, más bien, muchas veces de ellas.

El transcurrir de nuestras vidas está aquí y no en el más allá abstracto de lo místico-religioso. Pobres de aquellos que se aferran a tales creencias.

*

Cristo vino a predicar, entre muchas cosas, la igualdad entre los hombres. Sin embargo, la “justicia” me dice que no somos iguales. Si existiera Dios, no sé si seríamos iguales ante “los ojos de él” y no me importa. Pero si hay algo de lo que estoy seguro, es de que en el mundo de lo terrestre, los hombres no somos iguales. Está de más presentar hechos. Si el ideal del “Cristianismo” es la igualdad entre los hombres, cabe decir que tal ideal es imposible. Por otra parte, si la igualdad es imposible, el amor al enemigo es una fantasía... una ficción.

sábado, 15 de mayo de 2010

El síndrome de la felicidad

Tatiana Herrera Ávila
por Los DefraGmentados


Afirmaciones del tipo "Costa Rica es el país más feliz del mundo" o "Los mexicanos son pobres... pero felices" (CNNexpansión, 11/05/2010) me hacen reflexionar acerca de la felicidad.

El tema ha ocupado a las grandes mentes a lo largo de la historia de la humanidad y se ha dicho mucho. La felicidad es sin duda un estado absoluto y por ello imposible de alcanzar, si se quiere utópico. Los antiguos griegos desde sus múltiples escuelas filosóficas abordaron el asunto a menudo. Por ejemplo, para Epicúreo, la felicidad se relaciona con el placer, con el hedonismo; desde Aristóteles, más bien tiene que ver con cumplir objetivos; según los cínicos se vincula con la independencia y la autosuficiencia; y así podría seguir haciendo el recorrido teórico de las diferentes concepciones de la felicidad que se han manifestado a lo largo de la historia humana. Pero este no es el lugar y claramente ese no es mi objetivo.

Es importante agregar que la felicidad, desde la perspectiva religiosa es fundamental. Particularmente, en el cristianismo, la felicidad verdadera se alcanza solamente en el más allá, una vez que se ha pasado por este valle de lágrimas o, en el mejor de los casos, la felicidad está en servirle a Dios, esto es conformarse con lo que el ser supremo ha dispuesto para mí.

También debe apuntarse que, para la sociedad moderna, la felicidad se encuentra íntimamente relacionada con el progreso y, por lo tanto, con el desarrollo que, como se sabe, está unido a la acumulación de capital. Así las cosas, hoy en día se promulga que hay que tener mucho para ser feliz, aún cuando desde la doble moral nos digan que el dinero no lo es todo y demás palabrería barata. Esto es porque existen dos niveles: la felicidad que se vende para que todos quieran alcanzarla (la de todo millonario existoso) y la felicidad moral (que no requiere del dinero) y que implica que, aunque se esté mal y marginado, se puede ser feliz.

Si se parte de lo anterior, ya podemos ir entrando en materia, porque la felicidad sirve para no aspirar a más: funciona como tope; y me interesa aquí más que nada discutir la pertinencia de dicho concepto con respecto a la construcción imaginaria que hacemos de nuestro país.

Poner en duda que Costa Rica es el país más feliz del mundo es relativamente fácil, basta con ver la actitud del tico en las carreteras o el aumento de la violencia en la resolución de conflictos intrafamiliares y sociales. ¿Cómo es que, si somos más felices, acudimos tanto a la violencia?

Pero más allá de si es cierta o no la aseveración (y me parece evidente que no lo es), lo interesante es ver la utilidad ideológica implicada en tal proposición porque, si ciertamente somos tan felices, no hay nada que cambiar. No es casual que la noticia apareciera en el año electoral (2009).

En el más reciente concierto de Joaquín Sabina celebrado en el país, contaba el español que un amigo le había preguntado si era feliz, a lo cual el cantautor, tras pensar un momento, respondió que sí. Ante esta respuesta, el amigo le había reprochado: "¿Cómo has podido caer tan bajo?" Y es que la felicidad es más bien contraproducente, en tanto paraliza al sujeto. En términos del psicoanálisis, el deseo (en la medida en que se desea lo que falta) es lo que permite al sujeto moverse y existir. Estar incompleto, ser carente es necesario. Así, la felicidad implica la ausencia del deseo: si soy feliz (completo), no deseo nada, ergo no hay razón para existir.

Si el sujeto cree que es feliz, se vuelve conformista y piensa que vive de la mejor forma posible. Es, por decirlo así, una forma clarísima de autoengaño, donde incluso el sujeto luchará por sostener el status quo, ya que su estado es perfecto y no puede mejorar (no imagina nada mejor). Esto, más que felicidad, es domesticación.

Ya lo decía Figueres, acerca del pueblo tico, somos un pueblo domesticado. Lo irónico es que el propio José Figueres contribuyera a dicha domesticación. Posiblemente, más que irónico sea un vivo ejemplo del cinismo del expresidente, pero eso es otro tema. Lo que importa acá es que Costa Rica, autoengañada, está convencida de que es feliz, de que vive en el mejor sistema posible y, entonces, de que hay que dejar todo como está.

Ante ese pensamiento, es inevitable que a los que levantamos la voz contra esa felicidad, nos acusen de antipatriotas. Y es que, para ellos, venimos a arruinarles la fiesta y eso a nadie le gusta. Si hablamos de pobreza, la respuesta del autoengaño es sencilla: hay más pobres en Nicaragua y tenemos el programa de becas estudiantiles "Avancemos" (porque la educación nos saca de pobres). Si hablamos de violencia también es muy fácil: el autoengaño dice no tenemos ejército. Si denunciamos que quieren destruir el ambiente, ahí está la paz con la naturaleza... Y como vemos una vez más, Hitler y compañía no se equivocaban: la mentira, cuanto más grande, más creíble.

Lo más grave es que el costarricense está dispuesto a sostener esta felicidad a toda costa. Y ante la evidencia de una grieta en la burbuja, la gran mayoría opta por ver hacia otro lado. Es más fácil creer que no es para tanto, en vez de tomar conciencia de que nos han echado del paraíso terrenal.

Sólo así se explica por qué mucha gente estaba molesta con los manifestantes el día del traspaso de poderes. La marcha echaba a perder el acto tan bonito que había preparado el gobierno.

Ya no se puede decir que es sólo culpa de los que están en el poder: el trabajo ideológico ha sido tan bueno que ya no hay relación entre la autoimagen que tiene el tico y la realidad. Hoy muchos costarricenses no son más que Quijotes que no saben diferenciar la ficción de la realidad en aras de la felicidad, y no quieren ver que la Dulcinea de la democracia y la paz, no es más que una máscara.

Como dice el refrán: no hay peor ciego que el que no quiere ver. En Costa Rica, muchos se tapan los ojos ante realidades como la represión policial que venimos sufriendo desde hace tiempo, y que ha venido en escalada en el último mes. Se tapan los ojos ante la corrupción, se tapan los ojos ante la violencia doméstica, ante el aumento del desempleo y la pobreza, se tapan los ojos ante los cuestionados procesos electorales de los últimos ocho años, se tapan los ojos ante la destrucción de la naturaleza, se tapan los ojos ante un sistema que colapsa y que ya no es, ni por asomo, la isla en medio de un caos, ni la Suiza centroamericana, de la que se ufanaban los abuelos (síndrome de felicidad que ha enfermado al costarricense desde su fundación).

Entonces, como decía, si somos felices no hay posibilidad ni necesidad de cambio. Esa es la condena con la que el grupo en el poder acalla a cualquiera que se atreva a disentir. ¡Qué estrategia ideológica más maravillosa!, no hay necesidad de hacer que la gente esté bien, solo basta con hacerles creer que no pueden estar mejor.

El tema da para mucho pero, como defragmentada que estoy, nada más trato de encontrar coherencia en pedazos de la realidad. Otro día, sin duda, vendrán más fragmentos sobre el mismo tema.

viernes, 14 de mayo de 2010

La urgencia de la discusión sobre autonomía universitaria

Tatiana Herrera Ávila
por Los DefraGmentados


Decir más sobre la autonomía universitaria puede parecerle necedad o insistencia a un pueblo que acostumbra olvidar y que una noticia solo importa durante tres días o una semana cuando mucho. No obstante, pienso que el debate no se ha acabado y que de hecho nos hemos quedado dormidos quienes estamos en contra de la escandalosa afrenta que ha recibido nuestro campus, y por extensión cada uno de nosotros. No solo el debate no se ha acabado, sino que toma cada vez más importancia, pues pareciera que el gobierno con la complicidad de los medios no nos da tregua, si no que nos persiguen cada vez más (¿paranoia o realismo? no me importa, nunca se es suficientemente cauteloso con este grupo que tenemos en el poder, ya lo han demostrado antes).

Recuento: en la represión contra los manifestantes en Limón por el asunto de los muelles (29 de abril), casualmente se encarcela a universitarios. Algunos dicen: ¿quién los manda a estar ahí? En efecto, cabe preguntarse ¿quién manda a la Universidad a defender los derechos de unos trabajadores? Algunos creemos que es un mandato constitucional, pero bueno eso hoy parece no tener importancia. De nuevo, en la represión sufrida en el traspaso de poderes (8 de mayo), casualmente encarcelan a diez estudiantes universitarios. Y por último, los comentarios en el sitio de la Nación a la notica de la represión sufrida por los estudiantes de secundaria del Vargas Calvo (14 de mayo) iban en la tónica de que lo aprendieron de la Universidad...

Ante esto, yo pregunto si no cabe hablar de una sistemática y cada vez más descarada intención de debilitar a la Universidad en caulquier flanco, como si de pronto lo que la Universidad produce no fuera importante. Y es que bueno hay que ver que aunque unos nos sorprendemos por ilusos que seguimos siendo, la Universidad no le aporta nada al modelo de país que están tratando de consolidar los Arias. ¿De qué sirve una institución que genera crítica a un grupo político que no quiere ser criticado o cuestionado? ¿Para qué quiere un grupo político empresarial, que está tratando de generar una sociedad de empleados consumistas para ellos podertener las ganancias y acumular capital, una universidad como la nuestra? ¿De que le sirve al grupo en el poder una institución que lo obliga a invertir en formar profesionales si lo que quieren son fábricas de más consumidores y mano de obra calificada pero barata? ¿Por qué querría un grupo en el poder sostener y respetar una institución que constantemente se le opone y se vuelve un obstáculo en lugar de "dejar(los) hacer y dejar(los) pasar"? ¿De qué le sirve a un grupo en el poder una institución que se mantiene vigilante de principios fundamentales para el estado de derecho y la justicia social? En realidad, este grupo empresarial es más que coherente, ellos hacen lo que les conviene.

Ahora, eso no es lo más grave. No porque hay que preguntar ¿qué hace la Universidad? ¿Se defiende? Era lo esperable, pero desgraciadamente solo lo hizo a medias, porque como siempre, recurrió a anquilosar una discusión que debería ser abierta y que involucrara a la sociedad civil (porque en efecto le compete, por más complicado que sea el tema) a la terminología y a la arena legal, como si estos señores supieran todo lo que implica la autonomía universitaria, siendo que esta no es equivalente a la autonomía de estado. Recordemos que la Autonomía Universitaria es una categoría que forma parte de una Reforma Universitaria que se inició en América Latina a principios del siglo XX, particularmente en Córdoba, Argentina, donde se firmó el Manifiesto Liminar en 1918, y en el cual se acordaba adscribirse a los principios de: Autonomía universitaria, Cogobierno, Extensión universitaria, Acceso por concursos y periodicidad de las cátedras, Libertad de cátedra, cátedra paralela y cátedra libre, Acceso masivo y gratuito, Vinculación de docencia e investigación, Inserción en la sociedad y rol de la universidad, Solidaridad latinoamericana e internacional y Unidad obrero-estudiantil. Como se observa todos estos principios se encuentran incluidos, de una u otra manera, en los estatutos de la Universidad de Costa Rica, pues don Rodrigo Facio y don Isaac Felipe Azofeifa fueron grandes entusiastas de esta Reforma.

Y es que estos principios existen para defender a la universidad de la intervención tanto del Gobierno o de la Iglesia, que a menudo pretenden acallarla porque la Universidad, así concebida hace que la gente piense, se pregunte, sospeche y hasta critique, lo que de otra manera haría difícilmente. De hecho, el principio de Autonomía universitaria se discutía ya en la Edad Media. Visto así no es que a la Universidad de Costa Rica se le antojó ser libre como un estado dentro de otro estado. Tampoco es que la Universidad sea un refugio para delincuentes, ni que se crea superior al resto de la sociedad costarricense, tampoco que deba autofinanciarse como señalaron algunos desinformados.

Simplemente cuando la Universidad habla de autonomía habla de su propia razón de ser. Esto por cuanto la autonomía universitaria garantiza que la Universidad sea autogobernada, eligiendo a sus propias autoridades sin injerencia del grupo en el poder y produciendo sus propios estatutos y programas de estudio, de modo que la universidad no esté a merced de cambios de gobierno o demás, y sea así lo más capaz de producir conocimiento sin censura ni control. Y un aspecto de esa autonomía universitaria es la inviolabilidad de los edificios universitarios por parte de las fuerzas de seguridad, ya que si no, nos podrían arrestar dentro de la Universidad por estar contra Crucitas o por denunciar al corrupto. Y de nuevo es que al final es muy importante que la gente dentro de la Universidad se sienta segura de expresarse y de actuar. ¿Por qué? Porque la Universidad es comunidad, y como tal debe garantizar que todos tengamos cabida, no importa si no tenemos dinero, si creemos en el aborto o no, si somos ateos o no, si somos homosexuales o no, etcétera. Lo anterior no lo saben ni los propios universitarios y es ahí donde viene fallando la UCR. Es así como le hemos ido cediendo terreno a quienes creen que una institución como la nuestra no tiene cabida en lasociedad. Y es así como se explica que muchos de los políticos que se gradúan de la Universidad luego la ataquen.

Otro aspecto que nos debe preocupar es que la Universidad, en una acción más que contradictoria, sigue manteniendo débiles a sus propios medios de comunicación como el canal 15, el Semanario y las radios, mientras paga sumas estratosféricas para anunciarse en los mismos medios que le han servido al Gobierno en la campaña contra la Universidad ya desde el proceso de referendum por el TLC. ¿Cómo entendemos esto?

Y es que ya que estamos puntualizando contradicciones ¿Cómo etendemos que nuestros propios graduados luego de estar en esta institución que les enseña ética y demás, cuando llegan a políticos olvidan todo en aras de enriquecerse? Ahí también cedemos terreno por estar encerrados, por no mantener un contacto más íntimo con las comunidades, y no estar verdaderamente vigilantes, como nos manda la Constitución. Claro si hubiéramos estado más vigilantes y cumpliéramos nuestras funciones mejor, posiblemente ya nos habrían cerrado, pero son riesgos que se corren. Igual esto es harina de otro costal que habrá que cernir otro día.

Volvamos al asunto motivador: la autonomía universitaria es por todo lo expuesto no solo un principio que la Universidad defiende y merece, sino que sin él no podría ser la Universidad que es. Para los que creemos en esa universidad, y que de hecho más bien reclamamos que no se ajusta del todo a ese discurso que defiende, proteger y sostener la autonomía no es solo un derecho, es una obligación. Para los que hacemos de la Universidad no solo un lugar de trabajo o de estudio sino un hogar, donde la sana discusión y el intercambio de ideas nos llevan a un mejoramiento de la sociedad y de nosotros mismos y a acercarnos cada vez más al conocimiento de las diferentes verdades, la autonomía no es un privilegio que nos dan, es un principio que nos pertenece y que nos define. Por eso, reclamamos, con justa y legítima razón que se respete.

martes, 4 de mayo de 2010

En legítima defensa de la Autonomía Universitaria

Aarón Moya Gutiérrez
Profesor UCR
Invitado por Los DefraGmentados


Definitivamente el debate de la Autonomía Universitaria fue empujado al lado más “inocente” y técnicamente arrogante posible: al de la doxa leguleya. Al igual que en el caso del TLC una serie de juristas a sueldo de Estado y empresa han tomando la iniciativa de tratar de fabricar opinión en contra de la Autonomía de la Universidad pública, en donde sobresale Dall'Anese con su pintoresca y rojiza arrogancia que lo ha hecho incluso autoafirmarse más importante que un presidente.

El debate de la Autonomía Universitaria trasciende al derecho para alcanzar un nivel de complejidad que supera la racionalidad tecnocrática de las “estrellas institucionales” jurídicas de nuestro país, de este modo lo abstracto jurídico desgraciadamente se convirtió en práctica sociopolítica brutal que no es comprensible por el derecho como discurso de poder instituyente de dominación, o en otras palabras, muchos abogados no pueden entender que la Autonomía Universitaria no puede ser explicada sólo por ellos a pesar de sus grandes mediocres esfuerzos, y que sí hubo violación de nuestra Autonomía.

La gran Universidad Pública de Costa Rica fue apaleada por la lectura atropellada de lo que debería de ser la Autonomía Universitaria en el imaginario agorilado de Jorge Rojas, graduado de cualquier universidad privada, así los valores de la educación superior como mercancía se imponen con arrogancia ante la tradición de 70 años de una UCR absolutamente inviolable hasta el pasado 12 de abril.

Los medios de comunicación llenos de periodistas no graduados de la UCR que desde hace mucho tiempo le entregaron su oficio al rating, se han dedicado a construir opinión pública-privada al servicio de un proyecto país que ya muchos hemos denunciado hace tiempo. El cinismo es tal que se percibe incluso la posibilidad de entregar todo debate de dicha Autonomía a mediocridades del grosor de 7 Días y de los arcaicos comentarios de Julio Rodríguez en el periódico La Nación, el menos malo técnicamente, pero el más descaradamente conservador de los medios escritos.

Un tsunami de analfabetas en el tema de de la historia de los procesos sociopolíticos latinoamericanos y centroamericanos han concluido que la Autonomía Universitaria es una construcción estrictamente jurídica -sospechosa de ser mitológica- que depende de sus pobres cosmovisiones de funcionarios públicos al servicio del orden privado, así casualmente, la avanzada de la violencia total encontró ya hace mucho tiempo en este país la tierra arrasada para instalar sus estructuras de poder despótico donde Oscar Arias es el General, Laura Chinchilla la fantoche y según he recibido recientemente de sorpresa, Rodrigo Arias es el heredero de la dinastía.

Para muchos estudiantes, funcionarios y docentes de la UCR, nuestra indignación solo es comparable al tamaño de nuestra resistencia, y yo en mi caso personal me niego a aceptar cualquier tipo de invasión o agresión unilateralmente decidida por parte de las fuerzas policiales del Estado dentro del campus de mi universidad por la razón que sea. Yo no soy cristiano, no pongo la otra mejilla, persíganme, condénenme, calúmnienme, golpéenme de nuevo entre varios cobardes, vengan por mí y traigan a sus perversos medios, que yo en este mundo lo único que tengo es un título de mí universidad y estoy dispuesto a defenderla. No tengo miedo. Como es práctica instituida en el resto del mundo, exijo la ilegalidad constitucional explícita y absoluta de toda intromisión unilateral de todas las fuerzas policiales del Estado en los campus de las Universidades Públicas de Costa Rica ahora.

La brutalidad como valor supremo

Aarón Moya Gutiérrez
Profesor UCR
Invitado por Los DefraGmentados


El día jueves 15 de abril me presenté a la Medicatura Forense del Poder Judicial en San Joaquín de Flores en Heredia para que se valoraran las lesiones que sufrí dentro del campus Universitario Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica en San Pedro de Montes de Oca el 12 de abril, a manos de varios oficiales del Organismo de Investigación Judicial, OIJ.

En la pared de la Medicatura un afiche del Poder Judicial bajo la idea central de “Ética en el servicio”, enarbola una serie de valores que el OIJ violó a la hora de vapulearme dentro del campus, de los cuales rescataré para el caso, la Imparcialidad, la Responsabilidad, la Eficiencia, la Calidad, la Excelencia, la Humanidad, los Derechos y la Libertad de las personas.

Como primer valor violado está la imparcialidad ya que el señor Jorge Rojas, Director del OIJ en sus declaraciones a los medios antes de parcializarse defensivamente en la oscuridad de la desinformación típica de nuestro país, debería haber ordenado una investigación objetiva de los hechos, como base para emitir un criterio responsable antes de haber hecho declaraciones precipitadas, error que tuvo que ser enmendado por Don Luis Paulino Mora, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, ya que éste, consciente de la parcialidad de su subalterno, fue quien ordenó la necesaria investigación. El Sr. Rojas fue irresponsable y no partió de la premisa del derecho como una disciplina de evidencias positivas a pesar de ser abogado graduado de alguna universidad privada.

El operativo del OIJ en el campus de la UCR no fue coordinado, fue mal planeado, improvisado, avasallante y poco profesional, por lo que los supuestos valores de Eficiencia, Calidad y Excelencia fueron absolutamente pisoteados, más si valoramos que la fiscalía con el detenido se habían retirado del campus varios minutos antes de mi golpiza. Los oficiales del OIJ fueron poco profesionales, agresivos emisarios-poder insultantes; brutales físicamente con estudiantes, funcionarios y profesores. En cuanto a los valores de Humanidad y Derechos del Poder Judicial, es donde reside el meollo a mi juicio más delicado y más evidente de la violación absoluta de la Autonomía Universitaria. Yo, como académico tengo el derecho inalienable de decir lo que pienso dentro del campus de mi Universidad, nadie tiene derecho a golpearme por eso, es mi Derecho Humano, complementado por la constitucional libertad de expresión. Los oficiales del OIJ apagaron mi voz a golpes dentro del campus. En ningún momento hice agresión física alguna a ningún oficial, fui vapuleado por decir lo que pensaba como docente dentro de la Universidad pública, y durante 70 años autónoma, en Costa Rica.

Fui despojado de mi libertad intelectual y física ya que fui sacado a tirones, patadas y puñetazos del campus de la UCR para ser nuevamente vapuleado por el OIJ, porque sus oficiales poco profesionales no toleraron la razón en mis palabras, que podrían compartir o no, ofenderse o no, pero jamás responder con una golpiza dentro del campus de mi Universidad. El afiche cierra con la frase ¡Los valores hacen la diferencia! Siento incertidumbre y temor por el futuro de este despojado y “pacífico” país.

martes, 20 de abril de 2010

La máquina de asedio ya se ha puesto en marcha

Víctor Alvarado Dávila
por Los DefraGmentados


La Universidad merecía la apaleada del lunes 12 de abril. ¿“Muy feo”? ¿Nuestros pequeños oídos no están preparados para tales afirmaciones? ¿Acaso merecemos un mejor trato por parte del gobierno del Premio Nóbel de la Paz? ¿Qué esperábamos de un Estado Policial? (“La milicia no es necesaria cuando la policía es efectiva para apalear al pueblo”.) ¿Qué hemos hecho para merecerlo, si por el contrario, la Universidad se ha opuesto a los proyectos gubernamentales, presentando más obstáculos que cuestionan la “intocable” sabiduría de aquellos que poseen la efectiva autoridad? ¿O es que acaso nos hemos tragado el cuentito de la susodicha democracia costarricense?

La autoridad no está en el papel. La auténtica autoridad es activa. Los agentes del OIJ desplazan a la “seguridad universitaria”. Los estudiantes indignados se lanzan frente al atropello de la prepotencia. Los administrativos sienten a la institución como su casa y buscan defenderla. Los profesores ingenuos creen que mediante el diálogo, la policía ignorante al adquirir conocimiento de su actuar injusto abandonará la ciudad universitaria. Y la “seguridad universitaria” no sabe cómo actuar: Su formación es policíaca, algunos se identifican con los “paracaidistas”. En el tumulto, las amenazas y el bullicio están confundidos, no saben si son ellos quienes “tienen” la autoridad o son los “no invitados”. Algunos optan por ofrecer cierta resistencia y son golpeados, los otros están al margen, tan al margen que ven cómo golpean a un profesor dentro del campus y no intervienen ni siquiera para separar a los cobardes de la OIJ, que patean a la víctima que yace indefensa en el suelo. “Los golpeados fueron golpeados porque se resistieron a la autoridad” —esto se informa por los medios de difusión oficiales. Más tarde, las máximas autoridades universitarias hacen uso del poco poder que les queda para sacar a sus revoltosos golpeados, humillados y sin dientes. Y prometen que se hará justicia, pero no quieren afrontar la idea que el dictamen por la efectividad de la justicia ya ha sido dado, a través de esa prensa que los universitarios insultaron como “prensa vendida”. Las estrellas especialistas del derecho estatal ya se promulgaron al respecto, en oposición a los “especialistas dudosos” de la casa universitaria.

De nuevo, un acto de violencia (como el TLC) se ha llevado al plano del discurso, al plano de la retórica. Y la mayoría de los costarricenses ya han tomado partido. De esto podemos percatarnos visitando la página web de “La Nación” ¿o queremos seguir dándonos a nosotros mismos la misa consultando los medios universitarios?

¡Basta ya de idioteces! En este caso, no solo es responsable el agresor sino también el agredido. La responsabilidad es compartida aunque los niveles de responsabilidad difieran, pues mientras más poder para actuar se tenga, más responsables somos. Y si la responsabilidad pasa por la toma de conciencia, ¿no es que la universidad es la “conciencia lúcida” de la sociedad costarricense?

Hoy es cuestionable, ¡muy cuestionable! ¿Qué hay que hacer para que los intelectuales entiendan que la lucha por los derechos y libertades se despliega principalmente a través de los medios de difusión? ¿Hay que gritar acaso por el pretil y los pasillos para que aprendan esta verdad ya vieja?

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La máquina de asedio contra la Universidad ya ha sido puesta en marcha desde hace tiempo. ¿Y qué hemos hecho al respecto? Se sigue “educando” a un montón de “profesionales” que, una vez al servicio de otras visiones de mundo, se prostituyen por intereses lejanos a la formación humanística. Así tenemos a una prensa que sataniza a la universidad y, políticos que salidos de ella mal-educados, han optado por restringir y socavar la autonomía universitaria. Y para colmos, se sigue contratando a un profesorado que, bajo la manta de la “libertad de cátedra”, contradicen los preceptos básicos humanistas de aquellos que forjaron las bases teóricas de los principios por los que la Universidad de Costa Rica se debe regir. Si la “limpieza” y la “reconstrucción” se hacen en otros órdenes ¿por qué no hacerlo nosotros desde el parámetro de toda universidad auténtica posible?

Habría que empezar por una reestructuración de los medios de difusión. ¡Y no me vengan con algo parecido a “que somos subdesarrollados” y que no hay presupuesto! Pues si de cuestiones de presupuesto se trata, empecemos por no pagar un solo anuncio más en “La Nación” —además que motivos morales nos obligan. Y dediquemos esfuerzos concretos para que el Semanario Universidad se distribuya por todo el país. Lo que debería ser lo mismo para la difusión nacional de la Radio Universidad y el Canal Universitario. Lo que exige en el caso de estos dos últimos, una reestructuración estética urgente, para que la gente quiera encender el aparato y así escuchar su música y ver su programación.

Únicamente mediante el empoderamiento de los medios de difusión, podrá la Universidad de Costa Rica retardar su agonía y su muerte.

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El compromiso por formar una conciencia social y humanista no puede darse solo en las aulas. ¿Pues cuántos costarricenses tienen y han tenido oportunidad de recibir una educación universitaria estatal?

Recordemos el siguiente panorama: “—Yo soy gobernante y empresario. Lo que no es ilegal (pero creo que por moral debería prohibirse, es decir, debería ser ilegal: …o se ejerce la función pública —que puede entrar en conflicto con mis intereses privados— o se ejerce la función privada). Gusto del poder cada vez más. Como jerarca tengo un buen salario inimaginable para cualquier costarricense promedio, pero quiero más. ¿Cómo puedo tener más dinero? Sé que la educación universitaria privada ha sido en muchos países un excelente negocio para los accionistas a la Educación S.A. Mis compinches y yo lo tenemos claro. Hay que hacer lo posible para mantener en una situación paupérrima, mediocre y decadente el presupuesto de la educación superior estatal. Lo hemos logrado. Ahora se quejan aquellos que no pueden ingresar a esta educación. Y tenemos la eterna justificación de todos los tiempos: “somos un país subdesarrollado”. Pero les tenemos a ustedes una buena noticia: Gracias al capital nacional e internacional, los costarricenses tendrán la oportunidad de ingresar a las venideras universidades privadas, para así poder cumplir sus sueños, incluso, hay muchas casas de préstamos al servicio de la educación. “Hoy por hoy” sabemos cuál es el panorama actual de la educación privada. La tendencia es cada vez más “neoliberal”. Poco a poco tenemos más de lo que queremos. La escogencia de los profesores responde cada vez más al perfil neoliberal. Pero las nefastas universidades estatales nos siguen poniendo obstáculos a nuestros propósitos. Lo que debemos hacer, es buscar la manera de introducir, de una u otra forma, a profesores con el perfil neoliberal para poco a poco ir despejando más nuestro camino”.

¡Qué! ¿Muy cercanos a la teoría de la conspiración? Quizá. E incluso, puede que me equivoque ¡Y es más!: ¡quiero equivocarme! Pero, ¿qué esperaban de una creencia defragmentada, engendro de un sistema caótico y represivo?