por Los DefraGmentados
Fragmento del libro:
Divagaciones Metafísicas: ...y el hombre creó a Dios.
Calle de la Amargura Editora, 2009.
Divagaciones Metafísicas: ...y el hombre creó a Dios.
Calle de la Amargura Editora, 2009.
Uno de los términos o conceptos más escabrosos que se acercan a lo inefable, es el que más de medio mundo conoce por “Cristianismo”.
¿Qué es el Cristianismo? ¿Qué y quiénes son los cristianos? ¿Cómo se come eso?... ¡Ja!, ni los “cristianos” se ponen de acuerdo.
El “cristianismo” nace como un movimiento posterior a Cristo (cuya figura fue tan grande, que hoy la historia occidental se divide en Antes y Después de Cristo). Desgraciadamente --o venturosamente-- Cristo no escribió. Si lo hubiera hecho quizás podríamos haberlo comprendido mejor.
El “Cristianismo”, generalmente plasmado en el “Libro Sagrado” de los “Cristianos”, tiene diversidad de implicaciones sociales --en el amplio sentido de la palabra-- debido a sus postulados existenciales.
No recitaré párrafos enteros de LA BIBLIA, como lo hacen los decadentes “hijos de Lutero”; pero muchas veces el “Cristianismo”, gracias a la diversidad de sus postulados, lleva al individuo a la resignación de su presente condición humana: “Porque Dios así lo quiere”, “que se haga la voluntad de Dios”. Son frases que en ocasiones resultan útiles para justificar una determinada situación. Ya sea una situación ventajosa o desventajosa: “El rico es rico porque Dios así lo quiere, y si el pobre es pobre, es porque es la voluntad del Altísimo”. La clase poderosa, gobernante, etc., utiliza muchas veces en estos casos, ciertos postulados para justificar su situación de poder, dominación, riqueza y opresión.
El tipo de resignación existencial del que aquí se habla, se sostiene sobre el supuesto principio -- aquí todos son supuestos-- que proclama que “el cielo” será la morada o el mundo de los humildes, de los pobres, etc.
Los pobres, los humillados y los humildes oprimidos, creyentes todos de esas vagas promesas, se resignan pacientemente a su situación, porque en el mundo del más allá, serán recompensados por Dios, porque los ricos, los orgullosos o los opresores (en fin los “malos”) serán castigados por Dios. Los de malas costumbres, los pobres de espíritu, y los no creyentes serán llevados al purgatorio o al infierno. Los marginados encontrarán su vida eterna en el paraíso y por ello esperan con paciencia. Se dejan oprimir por Dios porque más tarde Él los recompensará. Sufrirán aquí con tal de ganarse “el cielo”. ¡Si supieran que todo es una vil farsa! Estos marginados resignados, inyectados por ese determinismo teológico, son negadores del mundo, consciente o “inconscientemente”. Desean en el fondo desembarazarse de esta vida lo más rápidamente posible; no se suicidan porque eso no sería voluntad de Dios. Darse la libertad de suicidarse sería pecado, y los pecadores van al infierno.
Con esto caeríamos nuevamente en el problema del libre albedrío y en la infantil interrogante: ¿cuál es la voluntad de Dios?
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Marx repitió muy bien cuando dijo que “la religión es el opio del pueblo”. En este caso la religión adormece la conciencia de rebelión de los marginados oprimidos. No se rebelan porque el determinismo teológico los induce a la resignación. (Puede que algunos no se rebelen por cobardía u otras razones y ponen como pretexto su fingida creencia en ciertos principios bíblicos, los cuales se presentan como directrices vivenciales.) Como se ve claramente, estos negadores del mundo les hacen la vida más fácil a quienes no creen en tales fábulas, quienes se valdrán, más bien, muchas veces de ellas.
El transcurrir de nuestras vidas está aquí y no en el más allá abstracto de lo místico-religioso. Pobres de aquellos que se aferran a tales creencias.
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Cristo vino a predicar, entre muchas cosas, la igualdad entre los hombres. Sin embargo, la “justicia” me dice que no somos iguales. Si existiera Dios, no sé si seríamos iguales ante “los ojos de él” y no me importa. Pero si hay algo de lo que estoy seguro, es de que en el mundo de lo terrestre, los hombres no somos iguales. Está de más presentar hechos. Si el ideal del “Cristianismo” es la igualdad entre los hombres, cabe decir que tal ideal es imposible. Por otra parte, si la igualdad es imposible, el amor al enemigo es una fantasía... una ficción.